martes, 12 de julio de 2011

La Otra Copa del Brindis

Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis

es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo y también
no importa que el futuro
sea una oscura maleza

la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones
fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa
él se sintió optimista
nutrido
renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba
a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín

mas su mitad de amor
se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis

y de nuevo se dijo
qué sencillo
pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza

sólo entonces pensó en ella
eligiéndola
y sin dolor sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
como otras noches
a necesitarla.

domingo, 10 de julio de 2011

Donde fuego hubo...

Donde fuego hubo, cenizas quedan. No porque sean los restos; sino porque en sus adentros la ceniza también arde como el fuego más intenso, aunque guardando las modestas proporciones. No ilumina, pero es su braza la que quema.

Donde fuego hubo, cenizas quedan. Cuántas veces lo he escuchado. Cuántas veces y sin sentido. Siempre pensando en el fuego que se extingue, pensando en las cenizas como el despojo de lo que ardió, lo que alguna vez fue madera, aire, combustible y un cerillo. Desecho, basura... ceniza.

Donde fuego hubo, cenizas quedan. Porque ni el mismo fuego puede consumir la ceniza. Aún bajo la danza frenética de la propia flama, la ceniza descansa y arde y vuela: ese es el espíritu eterno de la ceniza después del fuego, volver a vivir y después volar.

Donde fuego hubo, cenizas quedan. La ceniza no es pasado, es presente. No simple recuerdo de que en ese lugar ardió fuego, sino de que la ceniza arde aún después del fuego: un instante después de la vida, no una fotografía de la vida que fue; historia después de la historia, nunca un poema de despedida.